martes, 29 de junio de 2010

La canción del jardinero

"Yo no soy bailarín
porque me gusta quedarme
quieto en la tierra y sentir
que mis pies tienen raíz..."

María Elena Walsh es una poetisa argentina, compositora de bellísimos temas infantiles como esta Canción del jardinero. Muy conocidas en otras latitudes, las canciones de esta artista ahora tienen video gracias a la idea genial de algún admirador. Poesía e infancia, cultura y existencia vital, !!qué falta hace en el mundo comprender estas asociaciones!!

jueves, 17 de junio de 2010

Ahora

Hace apenas un instante, por la ciudad hondísima
oí pasar una noche de mi infancia en los campos,
un vuelo de caballos, de iluminadas granjas
y altos bosques de pájaros. Es como un pulso súbito
el recuerdo, una ola de sangre que no olvida
asciende de la bruma con ladridos de perros,
como salvajes ancianos que ven la luna alzándose
sobre la pleamar negra de las montañas.
Golpea el corazón ese puño secreto,
un viento que se burla de los años reanuda
un silbo en las agujas del pinar y derriba
de los negros ramajes las esferas maduras.

Tan lejos, de repente, vuelve ese viento antiguo
que desciende hacia el río, por los viejos cañones
del Tolima, curvando las cañas, despertando
voces sobresaltadas en los cuartos vecinos,

Tal vez no es más la infancia que un país ilusorio,
una raíz que hundimos en las previas penumbras
para sortear la vaga irrealidad del mundo,
pero su acre ventisca llega como un milagro,
hace crujir los muros de las casas que no existen
y enciende sobre el páramo las increíbles voces
de los ángeles. Vivas y huyendo por los bosques
veo las llamas indemnes. Veo el árbol temible
donde la enferma quiso que excavaran su tumba.
Oigo lejos gemir los camiones nocturnos
que cruzan rumbo a Caldas. Oigo las torpes bestias
que devoran el apio, que enferman los sembrados.


Y mi noche se llena de obliteradas noches,
se confunden en ella los pueblos de los riscos,
los entrevistos trenes, las iglesias monstruosas
y el sable de las fábulas vuela en fragmentos de oro
cuando suenan los truenos y los rifles. La noche
vasta de la ciudad asila estos espectros,
las bifurcadas noches que atesoran sus hombres,
ayeres que ya están en la sangre y, de pronto,
despiertan para hundirnos en el canto o en el crimen.

Ahora. William Ospina