sábado, 5 de enero de 2008

Días como navajas, noches llenas de ratas

"Dadme más vino
porque la vida es nada"
Fernando Pessoa

Siendo muchacho dividí en partes iguales el tiempo entre los bares y las bibliotecas; cómo me las arreglaba para proveerme de mis otras necesidades es un puzzle; bueno, simplemente no me preocupaba demasiado por eso -si tenía un libro o un trago entonces no pensaba demasiado en otras cosas- los tontos crean su propio paraíso. En los bares, pensaba que era rudo, quebraba cosas, peleaba con otros hombres, etc... En las bibliotecas era otra cosa: estaba callado, iba de sala en sala, no leía tantos libros enteros sino partes de ellos: medicina, geología, literatura y filosofía. Psicología, matemáticas, historia, otras cosas me aburrían. Con la música estaba más interesado en la música y en la vida de los compositores que en los aspectos técnicos... Sin embargo, era con los filósofos con los que me sentía en hermandad: Schopenhauer y Nietzsche, incluso aquel viejo difícil-de-leer Kant; encontré que Santayana, bastante popular en aquella época, cojeaba y era aburrido; con Hegel realmente tenías que escarbarlo, sobre todo con una resaca; hay muchos de los que leí de los que me he olvidado,quizás con buena razón, pero recuerdo un tipo que escribió un libro entero en el que probaba que la luna no estaba allí y tan bien lo hizo que después pensaba, está absolutamente en lo cierto, la luna no está allí. ¿Cómo cresta va un muchacho dignarse a trabajar 8 horas al día cuando la luna ni siquiera está allí? ¿Qué otra cosa estará faltando? y no me gustaba la literatura tanto como los críticos literarios; ellos sí que eran verdaderos aguijones, esos tipos usaban un lenguaje refinado, hermoso a su manera, para llamar a otros críticos, otros escritores, unos huevones. Me subían el ánimo pero eran los filósofos quienes satisfacían esa necesidad que acechaba en alguna parte de mi confuso cráneo: vadeando por sus excesos y su vocabulario cuajado aún me asombraban saltaban hacia mí brincaban con una llameante declaración lúdica que aparecía ser una verdad absoluta o una puta casi absoluta verdad, y esta certeza era la que yo buscaba en una vida diaria que más bien parecía un pedazo de cartón. Qué grandes tipos eran esos viejos perros, me ayudaron a atravesar esos días como navajas y noches llenas de ratas; y mujeres regateando como martilleros del infierno. Mis hermanos, los filósofos, me hablaban como nadie venido de las calles o alguna otra parte; llenaban un inmenso vacío. Qué buenos muchachos, ah, ¡qué buenos muchachos!sí las bibliotecas ayudaron; en mi otro templo, los bares, era otra cosa, más simplista, el lenguaje y el camino era diferente... días de bibliotecas, noches de bares. Las noches eran todas parecidas, hay un tipo sentado cerca, quizás no de mal aspecto, pero a mí no me parece bien, hay una horrible muerte allí -pienso en mi padre, en maestros de escuela, en caras, en las monedas y billetes; en sueños de asesinos de ojos fríos; bueno, de alguna forma este tipo y yo llegamos a cruzar miradas una furia lentamente comienza a acumularse: somos enemigos, gato y perro, cura y ateo, fuego y agua; la tensión crece, bloque sobre bloque apilado, esperando el choque; nuestras manos se abren y cierran, cada uno bebe, ahora, finalmente con un propósito: su cara se torna hacia mí:
- "¿Alguna hueva te molesta?"
- "Sí. tú"
- "¿Quieres algo para arreglarla?"
- "Seguro". Terminamos nuestros tragos, no paramos, nos movemos hacia el fondo del bar, afuera en el callejón; nos damos vuelta, mirándonos cara a cara. Le digo, "no hay más que aire entre nosotros. ¿Algo para cerrar el hueco?" Él se precipita hacia mí y de alguna forma es una parte de una parte de la parte.

Días como navajas, noches llenas de ratas. Charles Bukovski.

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